miércoles, 25 de noviembre de 2015

La "Puta de Babilonia" y Sus Atrocidades Históricas



Hay en la historia humana, tristes narraciones de actos malvados contra la mujer y las razas, pero cuando las acciones malvadas son emanadas de la religión y su absurda pretensión de actuar en nombre de un "dios amoroso", la tristeza y desilusión se multiplican al infinito, siendo que la religión debería ser el bálsamo sanador del alma humana, no es sino cuna de ladrones y nido de miseria. A continuación, un interesante relato de varias de las oscuras prácticas de la Iglesia Católica, quien en temas de maldad, no tiene nada que envidiarle al personaje ficticio del "Diablo".


El siguiente es un fragmento del espléndido libro de Fernando Vallejo, "La Puta de Babilonia", en el que nos describen actos de crueldad contra la mujer, falsedad documental, segregación racial, entre otras. (
las imágenes son insertadas por el Libre Pensador).


Aprobada la persecución de brujas se encendió con nuevo brío el horror. Tan espléndida se mostraba la nueva fuente de confiscaciones y riquezas que los obispos, entrando al quite y en competencia desleal con los dominicos, montaron sus propias inquisiciones y hogueras. E igual los protestantes, tanto de Europa como de América (tratándose de tierras y oro, católicos y protestantes, como los olivos y las aceitunas, todos son unos). El obispo de Tréveris quemó a trescientos sesenta y ocho, el de Ginebra a quinientos, el de Bamberg a seiscientos y el de Würzburgo a novecientos. Entre dominicos y obispos arrasaron con pueblos y regiones enteras. En Oppenau entre 1631 y 1632 quemaron cerca del dos por ciento de la población. Para detener la tortura las supuestas brujas denunciaban a otras y éstas a otras en una reacción en cadena que podía arrastrarse por décadas. La cifra total de los quemados por brujería nunca se sabrá. Unos dicen que treinta mil, otros que setenta mil, otros que trescientos mil (Wojtyla diría que una docena). Lo que sí sabemos es que en su mayoría eran mujeres. Hay cifras de un año, de otro, de aquí, de allá. Por ejemplo, en Como, Lombardía, en 1416 quemaron a trescientos, en 1486 a sesenta, en 1514 a trescientos, y en los años posteriores a razón de cien por año. Cien quemaron en Sion en 1420. En Mirándola en 1522 quemaron a centenares. En Dinamarca en 1544 a cincuenta y dos. En Alemania en 1560 a varios centenares. En París entre 1565 y 1640 a cien. En Genfen mayo de 1571 a veintiuno. En Lorena de 1576 a 1606 entre dos mil y tres mil. 
En Burdeos en 1577 a cuatrocientos. En Inglaterra entre 1560 y 1600 a trescientos catorce. En Val Mesolcina en 1593 sólo a ocho, pero por obra nadie menos que del cardenal Carlos Borromeo, a quien la Puta luego canonizó. Durante el siglo XVI en Dinamarca a mil e igual en Escocia y doscientos en Noruega. En Polonia entre 1650 y 1700 a diez mil. En Inglaterra entre 1645 y 1647 en la provincia de Suffolk el cazador de brujas Matthew Hopkins ahorcó a noventa y ocho, en su mayoría mujeres jóvenes, después de torturarlas y violarlas. Y el gran inquisidor Baltasar Ross iba de pueblo en pueblo con un tribunal itinerante juzgando y quemando como un enajenado.


Las acusaban de canibalismo, de bestialidad, de volar en escobas, de arruinar las cosechas, de hacer abortar a las mujeres, de causar impotencia en los hombres, de beber sangre de niños, de participar en orgías, de besarle el trasero a Satanás y de copular con él en los aquelarres y de darle hijos, de convertirse en ranas y gatos. De una bruja cuenta el Malleus maleficarum que en las noches emasculaba a los hombres mientras dormían y guardaba sus penes en un nido en la copa de un árbol. Y que un día un labriego despenado llegó a suplicarle que por el amor de Dios le devolviera su pene, que él tenía mujer e hijos y era pobre. La bruja lo mandó a la copa del árbol a que lo buscara. Subió el labriego, hurgó en el nido, se escogió el pene más grande de la colección y bajó a tierra con su tesoro.

—Ése no —le dijo la bruja quitándoselo—. Pertenece a un cura párroco. Les pinchaban los ojos con agujas, las empalaban por la vagina o por el recto hasta desmembrarlas en castigo por haberse ayuntado con el Diablo, las arrastraban tiradas por caballos hasta despedazarlas, las asfixiaban... Inocencio VIII fue el que desencadenó la persecución contra las brujas con su infame bula Summis desiderantes affectibus, que promulgó a los tres meses de haberse hecho elegir papa mediante la intriga y el soborno. Ya hemos aludido a este engendro, corrupto entre los corruptos, monstruo entre los monstruos. Promulgada la bula designó para que le dirigieran la masacre de brujas en Alemania a Heinrich Kramer y James Sprenger ("el apóstol del rosario"), dos dominicos a los que Occidente les debe el manual más completo y sistematizado sobre esas malvadas mujeres, los daños que causan y cómo se deben cazar, juzgar, torturar y quemar: el Malleus maleficarum o "Martillo de brujas", el libro más asesino que haya parido mente humana fecundada por la mala semilla de Cristo. ¡Y pensar que la Puta sostuvo por siglos, desde su Canon Episcopi del año 906, que creer en brujas era herejía! Ahora resultaba que no, que era lo contrario.

Tomás de Aquino
Hay en esta historia de dominicos, inquisiciones e infamias un monstruo del intelecto a quien el bellaco Juan XXII canonizó; a quien un compinche de orden, el inquisidor y criminal Antonio Ghislieri, alias San Pío V, proclamó doctor de la Iglesia; a quien la Puta llama "Doctor Angélico", pero a quien bautizaron con el mismo nombre de pila que después habrían de ponerle a Torquemada: Tomás: Tomás de Aquino, el gordo, el autor de los dos mil seiscientos sesenta y nueve artículos de las quinientas doce cuestiones de los diecisiete volúmenes de la Suma teológica, la más grande colección de paja y mierda que haya escrito nuestra especie bípeda desde el principio de los tiempos en jeroglíficos, caracteres cuneiformes, letras de alfabeto, sobre la piedra, en arcilla, en papiro, en papel, como sea y en lo que sea por los siglos de los siglos de la eternidad del Monstruo. Creía que los gusanos nacían por generación espontánea de la carne en putrefacción (¡ni Spencer!) y que las mujeres resultaban de un semen defectuoso o de la coincidencia de que en el momento de su concepción soplara un viento húmedo. Este gordo glotón que procesaba en sus tripas corderitos y faisanes que le salían por el sieso convertidos en teología o ciencia de Dios, sostenía que había que ejecutar a los herejes así como los príncipes ejecutaban a los falsificadores de moneda, pues ¿qué menos que la muerte para los que falsifican ya no dinero sino la fe, lo más precioso que tiene el hombre? (Multo enim gravius est corrumpere fidem, per quam est animae vita, quam falsare pecuniam, per quam temporali vitae subvenitur. Unde si falsaríi pecuniae, vel alii malefactores, statim per saeculares principes iuste morti traduntur; multo magis haeretici, statim cum de haeresi convincuntur, possent non solum excommunicari, sed et iuste occidi.) Por el bien de los demás, al hereje había que separarlo de la Iglesia excomulgándolo y luego entregarlo al brazo secular para que lo separara del mundo matándolo (aliorum saluti providet, eum ab Ecclesia separando per excommunicationis sententiam; et ulterius relinquit eum iudido saeculari a mundo exterminandum per mortem).

Donación de Constantino
¿Y los que falsifican documentos eclesiásticos como la "Donación de Constantino", forjada en el siglo VIII y que se esgrimió hasta el siglo XX como título de propiedad, según la cual ese emperador asesino le otorgó el 30 de marzo del año 315 a la Gran Ramera toda Italia y el Occidente (omnes Italiae seu occidentalium regionum provintias, loca et civitates), a ésos qué se les hace? ¿Se les quema, o se les chanta en la testa la tiara de las tres coronas rematadas por una cruz sobre un globo terráqueo con que consagran al bufón de turno como papa, obispo y rey? "Recibe esta tiara ornada de tres coronas que te hace padre de los príncipes y los reyes, guía del orbe" (patrem principum et regum, rectorem orbis in terra). En adelante el bufón se siente obispo de Roma, vicario de Cristo, sucesor de Pedro, sumo pontífice de la Iglesia, patriarca de Occidente, primado de Italia, arzobispo de la provincia de Roma, soberano de la ciudad del Vaticano y siervo de los siervos de Dios. ¿Siervo de los siervos de Dios no será más bien cinismo de estos desvergonzados que se han sentido siempre señores de los señores? Ratzinger o Benedicto XVI o como se llame se acaba de quitar lo de "patriarca de Occidente". ¿Por generoso? Por generoso no: por rapaz, por insaciable, por avorazado. Porque se siente patriarca no sólo de Occidente sino también de Oriente. Sólo que el Oriente lo perdió la Puta desde el 16 de julio de 1054 cuando el altanero legado papal Humberto de Moyenmoutier le tiró en la cara la bula de excomunión de León IX al patriarca de Constantinopla Miguel Cerulario en el altar mayor de Santa Sofía y las dos iglesias, enfrentadas desde hacía siglos, se separaron formalmente. Cerulario a su vez excomulgó a León IX. Sin ninguna originalidad en realidad pues doscientos años atrás el papa Nicolás I y Focio, el patriarca de Constantinopla de entonces, ya se habían intercambiado excomuniones: como dos verduleras agarradas de la greña por una yuca, papa y patriarca se pelearon por el Filioque, un agregado occidental al tercer artículo del credo de Nicea que ya había hecho correr sangre: "Credo in Spiritum Sanctum qui ex pat re Filioque procedit" (Creo en el Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo). Filioque quiere decir "y del Hijo": ésa es la yuca. Bizancio decía que sólo del Padre; Roma, que del Padre y del Hijo. Que un padre se acople con un hijo para dar a luz una paloma es una doble monstruosidad: por incestuosa y contra natura. En esto Roma yerra. Pero que un padre tenga por hija una paloma sin la colaboración de nadie es igual de monstruoso. Con alguien ha de tenerla. ¿O es que acaso el Padre es un anfibio partenogenético? Bizancio también yerra. Para agravar la discordia de la yuca, Nicolás y Focio pretendían el territorio de Bulgaria. Focio lo quería para él, sin Filioque. Nicolás lo quería para sumárselo a la Donación de Constantino, con Filioque.

Fragmento del Manuscrito de Lorenzo Valla
Después de la existencia de Cristo el fraude más desvergonzado de la Puta es la llamada "Donación de Constantino" (Constitutum Constantini o Prívilegium Sanctae Romanae Ecclesiae) que pergeñaron los escribas de Esteban III en el año 752 y en virtud de la cual, desde ese papa hasta el Acuerdo Laterano de 1929 entre Pío XI y Mussolini, la Gran Ramera pretendió que era dueña de medio mundo con el cuento de que el emperador Constantino se lo había dado al papa Silvestre en agradecimiento porque éste lo había curado milagrosamente de la lepra. "Y cuando estaba en el fondo de la pila bautismal purificándome con la triple inmersión —cuenta Constantino en ese engendro de documento— vi una mano del cielo que me tocaba: cuando salí del agua estaba curado de la inmundicia de la lepra. Y así, tras recibir el misterio del sagrado bautismo de mano del bienaventurado papa Silvestre, entendí que no había más Dios que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo que él predica, una Trinidad en la unidad y una Unidad en la trinidad". ¡El que masacró a millares salía de la pila bautismal no sólo bautizado y curado de la lepra sino convertido en teólogo! Y en consecuencia, "por nuestra sacra potestad imperial (per nostram imperialem iussionem sacram) les otorgamos a nuestro beatísimo padre el Sumo Pontífice Silvestre y a sus sucesores, para que las gobiernen, regiones del oriente y del occidente, y aun del norte y el sur: en Judea, Grecia, Asia, Tracia, África e Italia más sus islas". Acto seguido el recién bautizado se trasladó a Bizancio, que en adelante se llamó Constantinopla, con el fin de dejarles a los representantes del emperador del cielo el pleno dominio de Occidente, de sus comarcas y palacios empezando por el Laterano. En el Renacimiento el humanista Lorenzo Valla desenmascaró la patraña, ¡pero quién le iba a hacer caso a ese aguafiestas en plena orgía papal! Suerte tuvo de que no lo quemaran vivo como a los albigenses.

Ratzinger en la juventud hitleriana
Hoy no sólo Oriente no le pertenece sino tampoco Occidente. Ratzinger, por lo tanto, no está renunciando a nada cuando se despoja de un título tan vacío como espurio. Nada tiene. Ni siquiera dientes. Es un inquisidor desdentado que ya no puede torturar ni quemar por más que le nazca del alma. Mentir sí y extender la mano y expoliar viudas. A Auschwitz acaba de ir a increpar a Dios por el holocausto judío y los crímenes del nazismo: "¿Por qué permitiste esto, Señor?" preguntó al aire este Jeremías impúdico en el descampado de lo que fuera el más espantoso de los campos de concentración, aureolado por los flashes de la prensa alcahueta. Le hubiera preguntado más bien a la momia putrefacta de Pacelli o Pío Doce o Impío Doce por qué no levantó su voz cuando podía contra Hitler. "Vengo —dijo en Auschwitz— como hijo del pueblo alemán por sobre el que un grupo de criminales llegó al poder mediante falsas promesas de grandeza futura. En el fondo matando a esa gente estos depravados al que que rían matar era a Dios". "Esa gente" son los judíos, a los que sus antecesores persiguieron y masacraron durante mil setecientos años, desde que la Puta empezó a mandar en calidad de concubina de Constantino y de Justiniano, con la calumnia de que habían crucificado a Cristo.

Judíos marcados con la estrella amarilla en el pecho por Nazis
En julio de 1555, sin haber cumplido siquiera dos meses como papa, Gian Pietro Carafa, alias Pablo IV, promulgó su bula Cum nimis absurdum, que empieza: "Porque es absurdo e inconveniente en grado máximo que los judíos, que por su propia culpa han sido condenados por Dios a la esclavitud eterna (Cum nimis absurdum et inconveniens existat ut iudaei, quos propria culpa perpetuae servituti submisit), con la excusa de que los protege el amor cristiano puedan ser tolerados hasta el punto de que vivan entre nosotros y nos muestren tal ingratitud que ultrajan nuestra misericordia pretendiendo el dominio en vez de la sumisión, y porque hemos sabido que en Roma y otros lugares sometidos a nuestra Sacra Iglesia Romana su insolencia ha llegado a tanto que se atreven no sólo a vivir entre nosotros sino en la proximidad de las iglesias y sin que nada los distinga en sus ropas y que alquilen y compren y posean inmuebles en las calles principales y tomen sirvientes cristianos y cometan otros numerosos delitos para vergüenza y desprecio del nombre cristiano, nos hemos visto obligados a tomar las siguientes provisiones..." Y siguen las provisiones que son obvias dado el preámbulo: confinar a los judíos en guetos que sólo podían tener una sinagoga; obligarlos a venderles todas sus propiedades a los cristianos, a precios irrisorios (ac bona immobilia, qua ad praesens possident, infra tempus eis per ipsos magistratus praesignandum, christianis venderé); prohibirles la casi totalidad de los oficios y profesiones empezando por la medicina (et qui ex eis medid fuerint, etiam vocati et rogati, ad curan christianorum accederé aut illi interesse nequeant); prohibirles tener servidumbre cristiana y que las mujeres cristianas les dieran el pecho a los recién nacidos judíos (nutrices quoque seu ancillas aut alias utriusque sexus servientes christianos habere, vel eorum infantes per mulieres christianas lactari aut nutriri facere); prohibirles jugar, comer, conversar y tener toda familiaridad con los cristianos (seu cum ipsis christianis ludere aut comedere vel familiaritatem seu conversationem habere nullatenus praesumant); prohibirles tener negocios fuera del gueto; y obligarlos a llevar distintivos especiales en la ropa
Estrella con la que se marcaba a los Judíos
Cuando en julio de 1941 el régimen títere de Vichy al servicio de los nazis decretó la expropiación en Francia de todas las empresas y propiedades en manos de judíos y algunos prelados católicos protestaron, el presidente del gobierno, Laval, comentó con sarcasmo que después de todo "las medidas antisemitas no constituían nada nuevo para la Iglesia pues los papas habían sido los primeros en obligar a los judíos a llevar un gorro amarillo como distintivo". Varios obispos franceses colaboracionistas y antijudíos se deslindaron de inmediato de esos prelados patriotas y en un apurado telegrama declararon su fidelidad al régimen... [fin del fragmento]

Es increíble que de las cámaras secretas de religión alguna, salgan tal cantidad de barbaridades. Lo más triste es que la historia parece que se repite, basta con ver lo que hacen contra las personas que no piensan igual que ellos, para darnos cuenta que solo han cambiado los escenarios y los personajes, pero las historias siguen siendo las mismas.

2 comentarios:

  1. Te felicito y agradezco por la publicación de tan excelente artículo.Hoy más que nunca es imprescindible investigar en la historia de las religones, especalmente el cristianismo con todas sus ramificaciones inicuas. "La relogión es el opio de los pueblos" dijo Karl Marx y con eso escandalizó al mundo judeocristiano (entre otras cosas). Afirmación que cada vez tiene más valor, pues aunque hemos dado pasos de gigante en tecnología seguimos con el pensamiento atado a las supercherías religiosas. Jesús jamás imagino que sus endeñanzas iban a degenerar en lo que llamamos cristianismo.

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